Bajo los olivos y junto al mar: jóvenes cocinan su futuro en San Antonio Oeste

Por Juan Manuel Larrieu – Especial para Con Todo Gusto

El perfume del olivo recién cosechado y la brisa del mar crearon una escena difícil de olvidar. Así comenzó el primer Encuentro Educativo Gastronómico Enbhiga “Olivos: cosecha y cocina”, una experiencia donde más de 120 estudiantes de distintos puntos de Río Negro vivieron una inmersión sensorial y formativa en uno de los olivares más emblemáticos de la región atlántica.

Durante dos jornadas intensas, en el campo de Oleosan, una empresa familiar ubicada cerca de Las Grutas que lleva más de dos décadas produciendo aceite de oliva orgánico, los jóvenes compartieron saberes, recetas, historias y proyectos. Muchos pisaban por primera vez esa tierra costera; otros, el mar.

Sembrar vocaciones, cosechar comunidad

“Esto es el germen de algo mucho más grande”, comentó Germán Namor, cocinero de la zona andina, parte del equipo de profesionales que acompañaron la propuesta. Junto a él participaron también la nutricionista y sommelier Mariana Porro, las chefs Majo Marini (Viedma) y María Carabajal (Río Colorado), el bartender Luiggi Faundez (Allen), Coni Navarro (Roca) y la cocinera anfitriona Liliana Molinas, Nestor Anguilera, y el “Pato” Chiflet.

El encuentro no fue solo un taller de cocina: fue una construcción colectiva. Llegaron grupos del CEAER de Valle Medio, del CET 24 de Río Colorado, del CET 32 e IFDC de San Antonio Oeste, del ISETP de Bariloche y de Villa El Chocón. El objetivo: cruzar miradas, talentos y saberes sobre la cocina regional y su potencia como herramienta para el desarrollo.

Tierra, producto y cultura

El campo elegido para esta experiencia no fue casual. En el kilómetro 1127 de la Ruta Nacional 3 se levanta Oleosan, un emprendimiento que nació de la visión de la familia Armengol Mañana. Allí, entre 110 hectáreas de olivos (80 ya en plena producción), se producen más de 100 mil litros anuales de aceite 100% orgánico, desde el árbol hasta el envasado final.

Ese entorno natural, entre el mar y los surcos verdes, fue el escenario perfecto para que los participantes aprendieran desde el origen: cómo se cosecha, cómo se extrae el aceite y cómo puede integrarse a una cocina creativa, saludable y con identidad. “Nunca imaginé todo lo que se podía hacer con el aceite de oliva”, comentó una de las estudiantes tras probar platos dulces y salados en los que el producto era protagonista.

Cocinar también es contar quiénes somos

A lo largo del encuentro se presentaron preparaciones elaboradas con productos típicos de cada localidad. Hubo intercambios, asombros y mucho entusiasmo entre jóvenes que, en muchos casos, no sabían de la existencia de otras escuelas o colegas con los mismos sueños. En ese compartir, la cocina actuó como puente.

“Educar con sabor” no fue solo una consigna: fue una forma de mirar la enseñanza como construcción colectiva, ligada al territorio, a los afectos y al hacer. La cocina fue el vehículo para hablar de soberanía alimentaria, de trabajo digno, de futuro.

Un fogón encendido para siempre

En el aire quedó flotando algo más que aroma a oliva: quedó la certeza de que cuando se cocina con otros, todo es posible. Que cuando la tierra, la enseñanza y la pasión se encuentran, nace una gastronomía con sentido. Lo que pasó en San Antonino Oeste no fue solo un encuentro: fue un fogón encendido que ya nadie podrá apagar.

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